martes, 19 de febrero de 2013

El primer e inolvidable amor


Es como si hubiese ocurrido ayer, aún recuerdo cada emoción vivida, cada expresión de su rostro, si fuese artista con solo cerrar mis ojos la dibujaría a la perfección, sus trenzas de niña casera, pero sobretodo, sus hermosos labios rojos, que fueron mi perdición.

Sonó el pitido, era señal que, el recreo ya se acababa,  la mayoría de los chicos estaban ingresando a las aulas,  y para variar, yo era el último en ingresar al salón. De pronto, al querer cerrar la puerta, miro al frente y veo al ser más hermoso, era como un angelito, era la niña más hermosa que haya podido ver mis traviesos ojos. Vestía  su uniforme, una falda color gris y su chompa de color rata, tenía dos trencitas que colgaban de su cabello y unos labios que fueron mi mayor deseo.

Por un rato me quedé hipnotizado, embobado, hasta que la profesora ordenó que cerrara la puerta, en ese momento maldije la existencia de esa profesora, pues me privó de verla aunque sea por un instante. Fue difícil poder concentrarme en la clase, estaba cerca a la puerta con la intensión de ver si ella salía de su aula y así pedir permiso para ir al baño e irme, con la intensión de verla una vez más.

Esperé con ansias el momento de la salida, tenía un grupo de amigos, con los cuales siempre a la hora de salida nos íbamos a los baños para molestar a las niñas, pero ese día los ignoré por completo y salí raudamente en busca de la niña más hermosa del colegio. Entre tantos estudiantes, me escabullí, tropezándome llegué a su salón, no sabía cómo se llamaba, sólo la podría identificar por sus labios hermosos y rojos que un día llegué a besar. Esperé por largo rato que salgan todos, pero ella ya no estaba, quizás se había ido a la dirección a dejar las libretas de control, quizás una profesora la obligó a llevar los cuadernos de tareas hasta su despacho, quizás salió antes porque se sentía mal, mil cosas pasaron por mi cabecita, y poco a poco la ilusión de verla se desvanecía.

Pensativo regresé a casa, miraba a todos lados, con la única ilusión de que al voltear la esquina estuviese ella, pero no la encontraba, era una sensación tan extraña, sentía que algo me pasaba, sentí que mi corazón latía a mil cada vez que recordaba sus hermosos labios rojos. Llegué a casa, me encerré en mi cuarto, me quité la ropa de colegio y me puse un buzo, mi mente estaba con ella, traté de prender la radio y casi conecto mal el enchufe. Justo ese día había comprado un cassette de un  grupo de cumbia llamado Néctar, y puse la primera canción cuya letra decía:

“Hoy te he visto sola, linda colegiala
Y mi corazón de alegría palpitó.
Desde ese momento supe que te amaba
Y preso me quedé en las rejas de tu corazón.”

Esa canción reflejaba lo que en ese momento mi corazón sentía, me eché sobre mi cama y cerré los ojos, imaginé que la niña de labios hermosos caminaba junto a mí, tomados de la mano, riendo de las cosas que nos pasaba.

De pronto, sentí un fuerte dolor en el pecho, no podía entender el motivo de ese dolor, quizás era un augurio de lo que pasaría más adelante entre la niña más hermosa del mundo y este rebelde adolescente. Era una sensación muy extraña, sentía un vacío muy grande en mi corazón. Me asusté mucho, pensé que quizás sufría algún tipo de mal en el corazón, salí de mi cuarto en busca de aire y un poco de agua, bajé al segundo piso y mi madre me vio y se dio cuenta que no me sentía bien, se acercó y me preguntó si me encontraba bien, sólo le dije que me dolía el pecho, no sé porque razón, pero el dolor era fuerte. Mi madre tan linda y amorosa, corrió en busca de “Agua Bendita”, y me sirvió en un vaso, ella siempre decía que, a veces tenemos penas o preocupaciones y el mejor remedio para eso era el “Agua Bendita”. Tomé toda el agua que me dio y poco a poco el dolor iba cediendo. Nunca supe el origen de ese extraño dolor y sólo se repitió 2 años después, cuando estaba en la universidad.

Para mi mala suerte era viernes y tenía que esperar dos largos días. Llegó el día lunes, me fui al peluquero, para que me bajara un poco de cabello, quería mostrarme bien limpio en todos los aspectos. Mi uniforme estaba impecable, gracias a las manos de mi madre, revisé mis zapatos y me di con la sorpresa que estaban viejos y sucios, entonces me dije: ¿Qué hago? Si me ve con estos zapatos, seguro no le voy a gustar…

Llevé mis viejos zapatos a mi cuarto, cerré la puerta y los rompí. Un poco temeroso fui a buscar a  mi padre, tenía la cara triste y preocupada, Él estaba lustrando sus zapatos y era la oportunidad perfecta para poner en marcha mi plan. “Papá, mira mis zapatos ya no me sirven, ¿tú crees que puedas cocerlos?” mi padre me miró y se burló del estado deplorable de los zapatos, entonces, con su calidez y sonrisa que siempre me mostró, me dijo: “Estas cosas ya no sirven, ve a la señora Lucha y dile que te venda unos nuevos y que sean una talla más grande, para que el próximo año los sigas usando”. Le agradecí y salí de casa corriendo rumbo a la tienda y busqué unos lindos zapatos, no eran caros, pues no me gustaba ostentar cosas caras, lo importante es que sean bonitos y baratos. Escogí unos zapatos que tenían una suela muy alta y eso me ayudaba a verme más alto, los compré y regresé a casa muy feliz.

Todo estaba listo, no veía la hora de ir al colegio, me moría de ganas de volver a verla, aunque sea por un instante, sólo deseaba ver sus hermosos labios que ya se habían convertido en mi mayor deseo. Ansioso esperé la hora de ingreso, y, de pronto sin darme cuenta, ella estaba a mi lado, esperando que el portón se abriera, no sabía qué hacer, hablarle o sólo mirarla, las ideas se me mezclaron, me confundí, deseaba que la puerta no se abriera, que el cerrojo se atascara, que el portero se torciera la mano o el pie y que no pudiese abrir la puerta, sólo con la intensión de seguir a su lado, no traté de acercarme, tenía mucho miedo y vergüenza, ella se empujaba con su amiga, conversaban y se reían, por un rato pensé que se burlaban de mi peinado o mis zapatos nuevos y grandes que me había comprado. Me dio mucha vergüenza, pero sentí una fuerza dentro de mí que me impulsaba a decirle algo, y cuando estaba por decirle: “he pensado en ti todo el fin de semana”, se abrió el portón y todas mis esperanzas se desvanecieron.

Ya en el salón mis amigos me  molestaban con otra niña, pero ni caso les hacía, mi mente estaba en ella. En la niña de los labios más rojos e intensos que conocí, en la mujer que me enseñó por primera vez cómo es sentirse enamorado. La niña que sólo llenaba mi corazón de ilusión con su presencia en el colegio. Nunca me atreví a confesarle mi amor, sólo me conformaba con verla y era feliz.

Es lindo experimentar tantas emociones cuando eres adolescente, creo que fue la mejor etapa que viví el primer e inolvidable amor.

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2 comentarios:

  1. wauu estuviste loco amigo deseast muchas cosas ...
    pobre portero y los zapatos asuuuu pero lindo

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  2. Sin duda FEr el primer amor es inolvidable ....

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