martes, 19 de febrero de 2013

El ladrón y la rosa


Aún sigo con bronca, y es que la historia que les contaré tiene muchas emociones cargadas de rabia, impotencia; pero a la vez, sosiego por la sonrisa de la persona que más quieres.

Hoy había planeado sorprenderla, sabía que estaba pasando por momentos difíciles, y eso era mi angustia, sonará ridículo pero, si ella está mal, entonces yo sufriré, y busqué la manera más especial para llenarla de felicidad.

No podía imaginar lo que sucedería más adelante…

Salí en busca de una rosa, la más hermosa y curiosa que pueda existir, caminé y caminé, de floristería en floristería, todas me parecían iguales y simples, eso no me motivaba a nada. Hasta que por fin encontré la indicada, era una hermosa rosita de color rosa, con ciertas manchitas blancas y aroma delicioso. No había duda que era el regalo perfecto.

Emocionado le indiqué a la vendedora que lo decore con mucho cuidado y paciencia, no quería que se dañase algún pétalo, ella muy obediente siguió mis indicaciones.  Ya estaba lista, era la rosa más hermosa y curiosa que haya visto mis ojitos. Por primera vez no me atreví a regatear en el precio, pagué lo que valía, quizás era poco o mucho, no me importaba, solo quería ir corriendo y dársela…ya podía imaginar su rostro lleno de felicidad.

Aún estaba lejos de ella, y por un momento pensé que quizás la rosa no era suficiente, entonces empecé a buscar chocolates, que sé son sus favoritos. Caminar y caminar, de tienda en tienda, no sentía cansancio, al contrario, cada paso era un latir profundo de mi corazón emocionado, y al fin pude encontrar lo que buscaba. Caminé presuroso, pues la noche asomaba con un leve susurro de frio que helaba mi mejía.

Por el camino algo llamó mi atención, eran unos ricos bombones, de todas maneras  tenían que ir acompañando al regalito. Todo estaba saliendo bien lindo, tenía las manos ocupadas, entonces decidí comprar una bolsa para llevarlos muy cómodos ahí.

La noche estaba en su mayor esplendor, no pude divisar ni una estrella, pero no importaba, más adelante vería en la sonrisa de ella, todo el resplandor que necesitaba para ser feliz. Esquivando a la gente caminé raudo y presuroso, el calor mojaba mi cuerpo y secaba mi garganta, no importaba, mi meta era llegar y verla, aunque sea por un instante.

A veces tengo la costumbre de hablar solo, no es que este loco, pero creo que son esos momentos cuando pienso mejor y hago bien las cosas. Y junto a la rosa  iba contando las cosas que me nacía decir, tenía preparado un argumento especial, no quería llegar y quedarme mudo, como muchas veces me ha pasado. Parecía que la rosa escuchaba atentamente lo que decía; el camino se acortaba y ya pronto vería a la mujer que me tiene muy pensativo, muy tonto, muy cursi, y porque no decirlo, me tiene embobado.

Si alguna vez, ustedes mis lectores pasan por situaciones similares, no se repriman, exprésenlo, es una sensación especial que combina el temor y la felicidad, el dolor y el placer, el amor y el odio.

A pocos pasos de llegar crucé la pista, pues quería sorprenderla, y también quería evitar ver a su Jefe (no es que me caiga mal el señor, solo que me da mucha vergüenza), esperé por un instante que sea la hora indicada para verla, elevé el volumen de mis audífonos, no me gusta el ruido de la ciudad… y pensar en las cosas que le diría.

De pronto, siento que alguien pasa por mi lado y me jala abruptamente, traté de voltear y reaccionar de inmediato, pero ya era tarde.    Se trataba de un agresivo y poco agraciado delincuente, cuya cara aún tengo grabada en mi mente, cogió mi bolsa y jaló con tanta fuerza que se rompió. Él empezó a correr y yo a su tras, tratando de alcanzarlo, pero me había olvidado que traía puestos unos zapatos algo pesados, lo cual dificultó mis movimientos. En ese momento sentí mucha bronca, todas mis emociones se mezclaron  no sabía si seguirlo o detenerme, pues estaba a pocas horas de verla, resignado lo dejé ir, y caminé por casi toda una calle buscando algún jardín para coger alguna flor o rosa que pudiese servirme, pero era inútil, solo encontraba geranios, claveles y girasoles. De verdad que me sentí fatal.

Lo admito, quise regresar y comprar todo de nuevo, pero algo me detuvo, en mi bolsillo de mi camisa había colocado un rico chocolate que compré para ella, eso fue lo único que me dejó el hijo de su madre del ladrón. Estaba con la hora encima y caminé hacia ella, traté de ocultar mi rabia, no quise malograr el momento, pero pasó algo muy especial que cambio el sentido de la noche.

Resignado entré a verla, un poco triste y con mucha impotencia, pero ella cambió el sentido de la noche. De solo ver su hermosa sonrisa bastó para que mi corazón se sosegara en ella,  era una especie de magia que nubló por un instante mis recuerdos y sobre todo ese mal momento que pasé.

Junto a su amiga empezamos a conversar, traté de contarles lo que había pasado, y entre sorpresas y risas, comprendieron la situación, ella trataba de calmar mi furia regalándome una y mil veces su sonrisa, la inocencia de sus ojos, me sentí tan frágil a su lado, que hice todo lo posible por no recordar el mal momento.

La noche no se podía perder, aún me quedaba el rico chocolate llamado ‘Princesa’, lo escogí porque realmente ella es una hermosa Princesa a lado de este sapo feo que soy…jejejeje. No quiero desviarme del tema. Entonces, esperé muy paciente que termine su trabajo, de pronto ‘mis antenitas de vinil’ detectaron la presencia del ‘enemigo’, que en esta ocasión sería una profesora muy pero muy avezada,  cuya lengua me inquieta y a la vez me pone muy nervioso. Salimos presurosos del local, tratando de no ser vistos por la ‘Miss’, cruzamos entre risas la pista, junto a su amiga, que es una excelente persona y cómplice de nuestras locuras. Pensé que la situación estaba calmada, pero no era así, divisé al frente y ahí estaba la ‘Miss’, poco a poco estaba acercándose, no podía imaginar las cosas que diría, ¡Oh Dios…se viene! ¿Qué hacemos?

Nuestra amiga nos sugirió que avancemos, así no se da cuenta, y podíamos escapar, cual soldaditos obedecimos entre risas y caminamos  juntos hasta unas cuantas calles. La calma regresó y todo se tornó lleno de alegría. Ella reía de las cosas que decía, y aproveché la oportunidad para darle lo poco que me dejó el ladrón, ese riquísimo chocolate.

Realmente no importaba ni el ladrón, ni la rosa, ni el chocolate, solo quería verla feliz, ese era mi objetivo y lo conseguí. Es tan hermoso y regocijante  verla,  mirar sus ojos, llenarme de felicidad con esa calidez y esa manera tan especial que hace que mi corazón se sienta muy feliz  a su lado.

Si, lo admito, creo que estoy enamorado, no lo puedo negar, ya se dieron cuenta, luego de muuuuuuuuuchos años… de travieso a serio, de insensible y duro en el amor, ahora me he vuelto muy romántico y soñador. Es lindo sentir esto, a pesar que no se pueda realizar, no importa, mi mayor felicidad ahora es ver a la persona que quieres, ser  FELIZ.

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1 comentario:

  1. Maravillosa historia...de verdad :) felicitaciones Fernando...tienes una manera especial de contar y muy afortunada la chica a quien llevaste ese chocolate...bellisimo :) espero se logren pues...

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